Efe 3:18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
Efe 3:19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
El amor de Dios no se basa en nuestra manera de ser ni en nuestros logros. Sabemos esto por la promesa de Jua 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna., y por su acción al enviar a Jesús a morir en nuestro lugar 1Jn 4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
La manera como el Salvador actúa con las personas, nos demuestra la profundidad del amor de Dios. Judas Iscariote, uno de los doce discípulos de Jesús, ministró en estrecha colaboración con el Señor durante tres años, pero al final decidió traicionarlo. Aunque Él sabía lo que haría Judas, Jesús nunca lo rechazó. Por amor, el traicionado fue clemente con el traidor.
En otro ejemplo, una mujer sorprendida en adulterio estaba a punto de ser muerta a pedradas por su transgresión. Fue condenada por los líderes religiosos, pero Jesús intervino para protegerla. Luego, por amor, le ordenó que no pecara más Jua 8:11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
Además tenemos a Pedro, quien amaba al Señor Jesús y deseaba seguirlo siempre. Sin embargo, en un momento de debilidad negó incluso conocerlo. Aunque Jesús sabía de antemano que el discípulo iba a hacer esto, su amor por este hombre no menguó. Él demostró esta realidad al aparecerse a Pedro después de la resurrección.
Dos ejemplos finales son Zaqueo, el codicioso cobrador de impuestos que se aprovechaba de sus compatriotas; y la mujer samaritana que, tras una serie de relaciones destruidas, estaba involucrada en un estilo de vida inmoral. Nada de esto impidió que Jesús se acercarse a ambos para brindarles su amor perdonador.
Por la fe en Jesús, cualquier persona —aun el peor pecador— puede convertirse en un hijo de Dios y experimentar la abundancia de su amor. Nadie está más allá de su alcance.
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