1Sa 17:34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,
1Sa 17:35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.
1Sa 17:36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.
1Sa 17:37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Vé, y Jehová esté contigo.
1Sa 17:38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza.
1Sa 17:39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas.
1Sa 17:40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. 1Sa 17:41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él.
1Sa 17:42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. 1Sa 17:43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. 1Sa 17:44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.
1Sa 17:45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.
1Sa 17:46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.
1Sa 17:47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 1Sa 17:48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo.
1Sa 17:49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. 1Sa 17:50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.
¿Alguna vez ha fracasado en algo, por falta de planificación? Lamentablemente, esto es demasiado común por igual entre creyentes y no creyentes.
Si queremos tener la victoria, debemos estar dispuestos a planificar. No siempre es suficiente sentir o pensar que uno es capaz de hacer algo; también debemos demostrar la prudencia de considerar todos los pasos que conducen al logro del objetivo, y todos los resultados potenciales que pueden venir después. Entonces tendremos un panorama completo, y comenzaremos a ver el asunto desde la perspectiva de nuestro Padre celestial.
Cuando David se enfrentó al guerrero filisteo Goliat, sabía que la reputación de Dios estaba en juego porque todas las otras naciones iban a estar observando lo que sucedía. El fracaso en esta importante coyuntura habría hecho pensar al mundo que el Dios de Israel no era tan poderoso como se decía.
Pero David no solamente entendió la naturaleza del conflicto, sino que entró en la batalla sabiendo cuál sería el resultado. Había sido llamado a derrotar a Goliat, y a dar un testimonio irrefutable del poder del Todopoderoso. Y tenía la absoluta confianza de que Dios lo capacitaría para hacer precisamente eso.
Si continúa fracasando en las cosas que se propone lograr, hágase la siguiente pregunta: ¿Estoy considerando todo el asunto, o he perdido la perspectiva? Si su enfoque es demasiado limitado, entregue el asunto al Señor y permítale que le muestre lo que Él es capaz de llevar a cabo por medio de los esfuerzos que usted haga.
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