Durante su último viaje a Jerusalén, el Señor Jesús paso por Jericó, en el tiempo antiguo, ciudad maldita y opuesta al pueblo de Dios (Josué 6:26). Jericó simboliza para nosotros el estado del mundo y de todo hombre: separado de Dios, sufriendo las consecuencias del pecado, perdido para siempre. Jesucristo vino precisamente hacia estos hombres, los cuales nunca hubieran podido liberarse de la maldición de Dios debida a su pecado.
El amor del Hijo de Dios es tan grande que busca a cada no, uno por uno. Busca a todos los que, al igual que Zaqueo, desean ver y saber quién es Jesús, Zaqueo “procuraba ver quien era Jesús; pero no podía a causa de la multitud oyes era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicomoro para verle” (Lucas 19:3-5). Jesús pasó por Jericó para decirle. “Zaqueo, date prisa, desciende porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”.
El Salvador no es indiferente a nuestra situación, pues al vernos perdidos, esclavos de nuestros pecados, lejos de Dios y de su bendición, tomo nuestro lugar en la cruz, para que todos los que creen en Él sean salvos del juicio eterno. Aun hoy se da a conocer a todos los que tienen el sincero deseo de “ver a Jesús”. ¿Forma usted parte de ellos?
Luc 19:10 Porque el Hijo del Hombre (Jesucristo) vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Jua 12:21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Editorial La Buena Semilla. 1166 (Suiza)
PD. Vea la película Dios NO está muerto